lunes, 2 de diciembre de 2013

¡Viven!

El primer día en el infierno fue helado. El viernes 13 de octubre de 1972, cuando salió de lo que quedaba del fuselaje, Roberto Canessa solo escuchaba gemidos y llantos en ese Valle de las Lágrimas donde le había tocado caer. Era uno de los sobrevivientes de un avión que se estrelló en las montañas. EL ACCIDENTE. El Fairchild Hiller FH-227 de la fuerza aérea uruguaya había partido de Montevideo rumbo a Santiago, e hizo una escala en el aeropuerto El Plumerillo de la argentina ciudad de Mendoza. Llevaba a jugadores, familiares y amigos del club de rugby Old Christians, pero nunca llegó a su destino: un error al calcular la fuerza del viento en contra evitó que superaran la montaña Hilario, una cumbre de 5 mil metros cerca de la frontera con Chile. La nave chocó tres veces contra los cerros, perdió las alas y la cola. Se convirtió en un proyectil, en un ataúd metálico y gigante que se deslizaba por el cerro. LOS MUERTOS. Cuarenta pasajeros y cinco tripulantes habían subido al Fairchild que se estrelló en los Andes chilenos hace exactamente cuatro décadas. Solo salieron dieciséis: 13 murieron en el accidente. Otros cinco, fueron pereciendo por sus heridas en los días subsiguientes. Al día 17, otros ocho fueron aplastados por una avalancha que sepultó el fuselaje del avión que servía de refugio a los que se habían salvado. Hasta el día 60 fallecieron otros tres. LA VUELTA AL MUNDO. El rescate del 22 de diciembre de 1972 no fue el final de la historia: los sobrevivientes tuvieron que reaprender cómo vivir en un mundo distinto al de la nieve. Se convirtieron, sin pedirlo, en celebridades: algunos dictan conferencias o publican libros. Los restos de los fallecidos descansan bajo una gran cruz de hierro que fue colocada un mes después de que los dieciséis uruguayos salieron con vida del infierno helado. Varios han vuelto, para rendir homenaje a los que les dieron vida.

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